8 jul 2010

Agatha.


Agatha no me mires, pero no quites tus ojos de mi rostro.
Agatha no me abraces, pero no me sueltes.
Agatha no me hables, pero no dejes de decir esas palabras.
Agatha dime la verdad, pero que no sea cierta.
Agatha vete, pero no te alejes de mí.
Agatha bésame, pero no roces mis labios.
Agatha te odio, pero te amo.
P.D: Devuélveme la cordura.
"Basado en una historia real, el nombre de la protagonista ha sido cambiado para proteger su identidad".

5 jul 2010

Vuelo nocturno.

Once y diecisiete, una puerta se cerró con el rápido impulso de una mano. Unos muslos de una mujer oscura dejaban al descubierto una piel sedosa, brillante y hermosamente húmeda, permitiendo el recorrido de la mano, marcándola en cada caricia con unas huellas de dedos largos e incisivos. La mano no se detuvo. Liberó una par de botones. De nuevo la mano habitó todas las estancias de la piel, un camino sudoroso y tibio, un cuerpo cansado y complaciente en una constante de placer. Un líquido denso y cremoso. Unos labios que desprendían un gesto guardado. Once y cincuenta y dos. Una figura alta pero borrosa a la vista de una par de ojos entre abiertos. Una figura en constante vaivén. Y con el vaivén de las llamar balanceaba su cuerpo lago y húmedo. Parecía volar, como sostenida por el viento. Doce y tres. En el interior de la casa, la llama de una vela se multiplicó y miles de llamas brotaron de las manos. Doce y veintitrés. Cruzadas de piernas, envueltas en un círculo de luz y penumbra. La frazada no alcanzaba, era necesario que la compartieran de una manera casi individual. Doce y cuarenta y ocho. Cuerpos desnudos. Cuerpos en un solo compás. Compás de espera… No había frío. No sentían frío. Ya la casa se había llenado de todo el calor. Es tan fácil calentarse con el vapor de su propia respiración. Una y treinta y seis. Permanecían allí. Listas para dar el salto. Listas para escapar a la primera muestra de la luna llena. Listas para alzar el vuelo. Dos y catorce. Un sofocante miedo. Miedo de que no diera tiempo de colocarse las alas húmedas. Resguardadas por la sombra. Ocultas entre la sombra. Agitadas. Preparadas para el vuelo nocturno. Cinco y cuarenta y cuatro. Fría neblina. En busca de un sitio lleno de luz. Pero no de lámparas y velas. Sino de luz del día. De sol. Luz que te arrastre sin atropellarte. Luz liviana que se entregue a nuestras historias. Seis y treinta y uno. Olor a flores abiertas y transparentes. Dando pasos. Con un discreto caminar. Preparadas para llenarse de gente. Siete. Desaparecen entre el ruido. Entre el humo sucio y oscuro de la ciudad…